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viernes, 2 de marzo de 2018

61ª Regata oceánica Buenos Aires – Mar del Plata


Febrero 9 – 12 / 2018

Hace 61 ediciones que se corre la regata Buenos Aires – Mar del Plata. No les puedo decir que la corrí todas, pero estuve en muchas ediciones. Para ser exactos: 6 veces con el Tinto y otras tantas como invitado. De todas ellas, ¿la más memorable? cuando llegamos a MDQ en .. ¡24 horas! ¿La más exitosa? Aquella  cuando ganamos en dobles con Santiago Mollard en el Don Quixote. ¿La más larga? ¡Esta! Porque toda regata oceánica es larga pero 60 horas para hacer 260 millas… es demasiado. Y con tres Pamperos involucrados. Es demasiado, ¡al cuadrado! De los 22 participantes, 10 barcos quedaron en el camino. ¿El Tinto? Primero en la Serie A y tercer en la General.
Milla a milla
Pero, empecemos por el principio. ¿Dónde estábamos el 8 de febrero? Terminando de preparar el
Tinto, que después de tres meses de mimos en el varadero volvió al agua con muchas ganas. Estaba de estreno: cubierta pintada, bandas ploteadas, interiores pintados y retapizados, pata de motor, etc, etc. Y bien merecido tenia estos mimos, después de 10 años de comprado y muuuuuuchas millas de navegado.
El 9 de febrero nos encontró en el YCA, a los 7 listos para la partida. Estábamos con gran parte de la tripulación de Río: Miguel Aldatz, Martín Corrales, Ricardo Fish, Eugenio Macca, Gustavo Maver y Tomás Silveyra. 
La largada estaba prevista para el mediodía, pero la CR del YCA la corrió unas dos horas haciendo uso de la “ventana meteorológica” de las IR, buscando zafar del Pampero sucio que se largó unas horas antes con mucho viento y lluvia.
Y así, de tanto esperar… ¡se fue el aire! Y la largada fue tan lenta que 3 barcos se quedaron fuera del tiempo de 30 minutos y les levantaron la línea. Avatares de las instrucciones de regata. Por suerte, nosotros estábamos lejos y no escuchamos los improperios (fino, no?) de los capitanes y sus tripulaciones, que, con los barcos preparados, amarinados, y llenos de comida para 3 días navegarían acompañando a Mar del Plata o, inclusive, alguno de vuelta a su amarra.
 Flotamos, literalmente, hasta La Plata, en “apenas” 7 horas, lo que normalmente nos lleva 3.  Considerando la calma, y lo liviano de las empanadas del mediodía nos comimos a la noche un riquísimo guiso de ternerita con papas, morrones, y muchos etcéteras (hay buenos estómagos en el Tinto).

Segundo pampero adelante 


Fuerte, repentino y muy duro llego el segundo Pampero. Seco desde arriba y muy mojado desde las olas. Nos empujó durante toda la noche, haciendo la estadía muy incómoda y movida; tanto que los primeros guisos fueron devueltos sin siquiera ser digeridos (¿no era que había buenos estómagos en el Tinto?). Conclusión: 2 tripulantes menos a pesar del Aeromar previo. El que llegó, se fue y nos dejó tranquilos al amanecer en la puerta de la casilla del mareólogo de Oyarbide, que además era marca de regata junto con la boya del km 19 del Acceso y la cardinal E del zoretódromo (no tan fino) de Camet.
La mañana del 10 de febrero viramos Oyarbide con luz y sol: arriba con el genaker, primero, y después con el globo. Sol + calor + viento de popa = ricos desayunos, almuerzos, copetines y demases. Poco deportivo, pero hasta abrimos un buen rato la bimini, que también cayó en las garras de Dansk y quedó impecable. Por Samborombon me quedaban en la memoria las primeras postales imborrables de este viaje.
Cumplíamos las primeras 24 horas de navegación con una velocidad de 6 a 7 nudos de popa, sin ola y
con excelente camaradería: estos son los grandes placeres de este deporte, sin ninguna duda. Nos llegó a dar para hacer unas prácticas de sextante, que tantos años hacía que no tocábamos. Lo más impresionante fue que las marcaciones no salieron taaaaaaan mal (Ja,ja). No en vano íbamos a bordo…  ¡4 pilotos de yate!

Segunda noche movidita

Atardecer en San Clemente, y mientras virábamos la punta de Gral. Lavalle apareció un tremendo
cigarro muy negro y cargado con toda la energía que podía entrarle. Se venía el tercer gran pampero del paseo (si las fotos que están viendo meten miedo, la realidad… ¡siempre es peor!). Las grandes ventajas de tripulaciones como las del Tinto es que todo se hace pausado, sin gritos ni alteraciones y a su debido momento. Así fue como arriamos el globo, tomamos 2 manos de rizos, nos abrigamos (trajes de agua incluidos), nos colocamos arneses y líneas de vida y dos minutos después…se nos largó una bomba de viento y agua de 35 nudos sostenidos.
Los más de 35 nudos y las tremenda olas hacen que se cierre inmediatamente la cocina, y es lo que lamentablemente sucedió, hasta por lo menos unas 12 horas después. A puro pan, queso y manzana, los que lo soportábamos, los demás a pura agua para no deshidratarse.
Borde muuuuuy afuera y muy largo. El viento de componente sur que traen estos pamperos parece que saliera desde dentro del puerto de Mar del Plata, con lo que tratar de entrar al mismo puerto se hace por lo menos…largo.
Después de irnos unas 25 millas afuera de la costa (la misma distancia que Buenos Aires a Colonia) volvimos a virar y terminamos a la altura de Costa Azul.
Entre tanto ida y vuelta nos cruzábamos muy de vez en cuando con algún otro participante de la regata, o llegábamos a ver los posicionadores cuando nos acercábamos a la costa y conseguíamos señal, pero nunca estuvimos muy seguros de nuestra posición en la tabla.
Por supuesto desde ahí fueron cientos de bordes
hasta llegar al puerto de Mar del Plata, al que arribamos en una fantástica noche llena de estrellas (otra de las postales imborrables de esta travesía), con el mar calmo, y con la ciudad de fondo, donde la CR del YCA con Junior Cosentino a la cabeza, nos daban el top de llegada.
Todo terminó con una suculenta comida y bebida en el restaurante del YCA MDQ que tan amablemente nos esperó abiertos a la 1 de la mañana.
Resultados de tanto esfuerzo y disfrute…¡Primeros en la Serie A y Terceros en la General!
¡Hasta la próxima!